Los placeres de la vida

Entre las resoluciones de año nuevo, está casi obligada la de intentar llevar un tren de vida un poco más sano. Ya sea meterle un poco más de ejercicio, o un poco menos de comida, o más horas de sueño, aunque hay un romance que Franky nunca va a poder dejar de lado.

Por supuesto, estamos hablando del lúpulo, la bebida de los vikingos, el néctar dorado. Si bien Franky intentará evitar los excesos en este nuevo año, va sin decir que la cerveza siempre me acompañará y guardará un hermoso lugar en mi corazón.

Desde la realeza y la alta alcurnia hasta el más reventáu, nadie puede negar que la cerveza, desde su creación, atraviesa todos los estratos sociales, embriagando y entonando a pobres y ricos por igual. Qué divina, agente socializante que nos hermana como pueblo y especie humana toda.

Por eso no reniego cuando una tan noble, como es la Corona (especialmente con el gajito de limón), organiza un evento tan de ultramoda y a la avant garde de la vanguardia como lo fue el que se realizó la semana pasada con la playa de punta del este como telón de fondo. De más está decir que Franky hubiese asistido de no ser por la cruda realidad que el trabajo le impone, y se hubiese codeado con celebridades de la talla de Pablo Massey, alto chef, y Agustina Córdoba, alta modelo.

Pero bueno, tiempo al tiempo, ya habrá oportunidad de disfrutar de una corona helada a orillas del mar, situación de máximo disfrute y que nadie puede negar. Y si no, fijate lo bomba que lo pasaron los que fueron:

Otros de los placeres que Franky no piensa dejar de lado son:
-El jamón.
-La carne.
- El pollo.
- La carne de cerdo.

Es más, esta noche voy a combinar todas las anteriores (a excepción del jamón) y voy a hacer brochettes. Prometo fotos. Tomá.